domingo, 6 de enero de 2008

Adolescencia en pausa

Según una amiga de mi hermana vinculada al área de la salud, uno es adolescente hasta los 29 años, pero por alguna razón nosotros, la gran masa de ignorantes, pensamos que esto se acaba mágicamente a los 18. Por el resto de este posteo, propongo seguir en la ignorancia.

En Angol viví mi adolescencia, la cual creo que fue bastante común: fui al liceo, hice mis “pitutitos” para ganarme unos pesares que me permitieron ser algo independiente en cuanto a gastos superfluos, hice mi preuniversitario y después me fui a Santiago.

También comencé a tener mis primeras aventuras amorosas, de esas que carecen de sentido y muchas veces de profundidad emocional: se te cruzó por la mente que X niña te gustaba y a partir de ese momento comenzaba una etapa de idealización de aquel ser, que muchas veces distaba bastante de la realidad.

Recuerdo que mi padre alguna vez me dijo que él religiosamente se paraba a una cierta distancia de la casa de una niña, y que cuando esta corría la cortina para ver al pelota que gentilmente la acosaba, se sentía pagado y feliz. Tal vez a nosotros nos tocó una época con teléfono e Internet, por lo que el corrimiento de esa cortina es ahora equivalente a la apertura de una ventana de Messenger,

Si bien todo lo anterior da para hacer un análisis de cómo la tecnología a penetrado en estas conductas de los adolescentes, quisiera recordar aquellas tardes en que más de una vez pasaba en bicicleta por frente a la casa de una niña, con la simple idea de que supiera que existiera, muy parecida a la estoica guardia que mi padre montaba. Fueron varios kilómetros los que recorrí por Angol, y eso me llevó a verlo de distintos puntos y cómo estaba inserto en medio de árboles verdes y frondosos, y a veces tuve algo de fortuna con estas niñas.

Este fin de semana estuve de nuevo en Angol, y en mi último paseo en bicicleta volví a sentir esta sensación pendeja de querer hacerme notar frente a una niña, pero esta vez fue diferente, porque ahora estaba plenamente conciente de lo estúpido que esto es, pero, poder volver a sentirse pendejo, en estas mismas calles, viendo aquellos árboles verdes y frondosos, fue tranquilizador, y me produjo un gozo tal que me motivò a escribir estas lineas.

Angol, para mi, será mi infancia y mi adolescencia, la cual aparentemente se pausó por ya casi 10 años. Hoy le di un poquito de play al casette, y sonó maravilloso.


Canción recomendada:
Hay una canción que me transporta a mi adolescencia: In the air tonigth de Phil Collins… aun siento el frío de algunas noches de verano mientras escuchaba esta canción.